—¿Perdón?
—Lo siento.
—¿Quieres una revista?
—No me lo puedo permitir...
—¿Tú escribiste esa canción?
—Aún no la termino.
—¿No es una canción conocida?
—No, no es conocida.
—¿Por qué no la tocas durante el día? Te veo aquí siempre.
—Ya sabes, la gente quiere oír canciones conocidas, no aquellas que no reconocen. O no ganaría dinero. Toco estas canciones por la noche, no lo haría sino.
—Yo te escuché.
—Sí, pero me diste 10 céntimos.
—¿Lo haces por dinero? ¿Por qué no trabajas en una tienda?
—Ya trabajo en una tienda. Escucha, voy a seguir tocando, ¿si?
—¿Para quien escribes esa canción?
—Para nadie.
—Mentiroso. ¿Dónde está ella?
—Se fue.
—¿Está muerta?
—No, no está muerta. Se fue.
—¿La sigues amando?
—¡Santo-dios! No.
—Ya lo superaste... Mentiroso. No lo superaste si escribiste esa canción, te lo aseguro. Si le tocas esa canción maravillosa, volverá contigo.
—No quiero que vuelva.
—Ya veo. ¿En qué tienda trabajas?
—En la tienda Hoover. Ya sabes, aspiradoras.
—¿Arreglas aspiradoras?
—Sí.
—¡Tengo una aspiradora rota! ¿Me la arreglas?
—Sí.
—¿Te la traigo mañana?
—De acuerdo.
—Esto es genial. ¿Mañana?
—Sí, mañana.
—Bien. Adiós.
—Buena suerte.
Extracto de la película "Once",
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