(1854 - 1891) |
Rimbaud,
se interesaba por las blasfemias y la obscenidad. Su vida cotidiana era
todo lo disoluta de sus humildes circunstancias le permitían, en lo más
hondo de su ser, buscaba escapar de un mundo que le asqueaba; buscaba
un ideal donde perderse y que le permitiera olvidar exigencias que era
incapaz de aceptar; buscaba algo que se apoderara de él y lo sacara de
sí mismo, algo que iluminara todo repentinamente y llenara de significado la miseria que lo rodeaba, algo que incluso la justificara.
Se negaba a aceptar que la miseria que veía a su alrededor, y que le producía nauseas, no fuera más que miseria y careciera de otro significado. Se volvió contra "dios" y le odió al identificarlo con la cara de la tiranía, con las restricciones que prohibían su desarrollo natural, sintiendo un placer malvado al burlarse de tan adorada imagen, escupiéndola, sin encontrar satisfacción alguna. Necesitaba algo distinto, algo que le devolviera la sensación de verdad, perfección y la felicidad absoluta. Los gritos agónicos de Baudelaire, resonaban incesantes en su cabeza «N'importe où, pourvu que ce soit hors de ce monde».
Sentía la necesidad de encontrar algún medio para reconciliarse consigo mismo, necesitaba encontrar alguna justificación a cada uno de sus impulsos. No le bastaba con ser un pecador auto-indulgente, un pecador por debilidad, porque la completa libertad era para él, el goce supremo, la rebeldía contra todo lo que el mundo aceptaba, contra las condiciones mismas de la existencia, le empujaban a buscar una realidad superior.
La poesía dejaría de ser una expresión personal. La literatura, sería el medio de la posesión inefable. El poeta se convertiría, por así decirlo en el médium, en el instrumento consciente que escupiría su boca, convirtiéndoce así, en las sombras de la mente eterna.
Se negaba a aceptar que la miseria que veía a su alrededor, y que le producía nauseas, no fuera más que miseria y careciera de otro significado. Se volvió contra "dios" y le odió al identificarlo con la cara de la tiranía, con las restricciones que prohibían su desarrollo natural, sintiendo un placer malvado al burlarse de tan adorada imagen, escupiéndola, sin encontrar satisfacción alguna. Necesitaba algo distinto, algo que le devolviera la sensación de verdad, perfección y la felicidad absoluta. Los gritos agónicos de Baudelaire, resonaban incesantes en su cabeza «N'importe où, pourvu que ce soit hors de ce monde».
Sentía la necesidad de encontrar algún medio para reconciliarse consigo mismo, necesitaba encontrar alguna justificación a cada uno de sus impulsos. No le bastaba con ser un pecador auto-indulgente, un pecador por debilidad, porque la completa libertad era para él, el goce supremo, la rebeldía contra todo lo que el mundo aceptaba, contra las condiciones mismas de la existencia, le empujaban a buscar una realidad superior.
La poesía dejaría de ser una expresión personal. La literatura, sería el medio de la posesión inefable. El poeta se convertiría, por así decirlo en el médium, en el instrumento consciente que escupiría su boca, convirtiéndoce así, en las sombras de la mente eterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario