lunes, 3 de febrero de 2014

Teatro del Absurdo: «El abogado distraído».

Farsa contemporánea de un acto.


Personajes:
Samuel Garrido, Abogado.
Sra. Sánchez, Comerciante.

Oficina de un abogado. Al fondo, una puerta. Al comenzar la obra, el abogado aparece trabajando en su escritorio. 


Escena Única

El abogado, luego la señora Sánchez.

Abogado: Será un bello poema, una hermosa loa al trabajo. ¡Lástima que el último verso no me resulta! ¿De dónde saco una rima para "grises"? (Recitando con entusiasmo). "Tú, labor de cada día, hermosearás mis horas grises; tú me darás la alegría…"(Se oye golpear en la puerta del fondo). ¡Paciencia, señor, paciencia! Imposible conseguir diez minutos tranquilos. (Recitando otra vez). "Tú me darás la alegría…" Es inútil; no se me ocurre nada. Grises, narices, codornices, lombrices… ¡Qué desgracia! Ninguna de estas palabras me sirve. (Golpean de nuevo). ¿Otra vez? ¡Paciencia! Pensar que me falta un solo verso para terminar mi obra maestra. ¿Quién llama? ¡Adelante! (Entra la señora Sánchez)
Señora: ¿Es con el abogado don Nicomedes Garrido con quien tengo el honor de hablar?

Abogado: Con el mismo, señora. La pregunta está absolutamente demás.

Señora: No le entiendo, señor.

Abogado: Me ha hecho una pregunta inútil, puesto que muy bien sabe que ésta es mi oficina. Tenga la bondad de sentarse. (La señora Sánchez toma asiento).

Señora: (Aparte). ¡Qué raro parece ser este caballero! (Al abogado). Vengo de un pueblecito cercano. Soy una modesta mujer que se gana la vida con su trabajo. Tengo un negocito de comestibles. Vivo muy cerca de un carnicero, quien mata allí mismo, en su carnicería, los animales.

Abogado: La compadezco. ¡Qué enormidad de moscas tendrá usted en su casa!

Señora: No tantas.

Abogado: ¿Y?

Señora: Ayer mi madre resultó herida por un novillo, no muy pacífico, que llevaban a esa carnicería.

Abogado: ¿Su señora madre vestía algún traje rojo tal vez?

Señora: No, señor. Las cosas pasaron como voy a decirle. Mi madre estaba en su casa. El novillo era conducido por la calle. Frente a la casa acababa de detenerse un auto. El novillo se asustó del auto y se fue a estrellar contra la puerta de la casa…

Abogado: ¿El auto?

Señora: No, señor, el novillo. Después dio una terrible patada contra la puerta. La puerta cayó en la cabeza de mi madre.

Abogado: ¡Pobre señora!

Señora: El doctor tuvo que coser sin demora la herida que casi le compromete la sien derecha. Y, como si esto fuera poco, la bisagra rebotó.

Abogado: ¡Pobre señora! ¿Después de habérsele cosido la herida?

Señora: ¡No, por Dios! Inmediatamente después del primer golpe.

Abogado: ¡Ah! Bueno. Es que usted se confunde. Aclaremos la cosa. Quedamos en que la cabeza de su madre rebotó.

Señora: No, señor; la bisagra, que se desprendió de la puerta con el choque. (El abogado deja pasar un instante sin hablar nada. Visiblemente, piensa en otra cosa).

Abogado: Quedamos entonces en que la bisagra…

Señora: Rebotó. Cayó con mucha fuerza sobre el velador, donde quebró la pantalla de una lámpara eléctrica. Una fina botella se rompió también.

Abogado: ¿También una botella? ¡Ah! El mal ejemplo de la lámpara eléctrica… (Deja de interesarse por la relación de su cliente y escribe en una hoja de papel. La cliente cree que toma apuntes sobre lo que ella le cuenta).

Señora: Los trozos de cristal, al caer, hirieron en un pie a mi madre, que andaba en zapatillas. Entonces son éstos todos los perjuicios causados: la cabeza de mi madre, el pie de mi madre, la puerta, la pantalla de la lámpara eléctrica, la botella de cristal, el cierre de mi negocio, por los cuidados que debo prodigar a mi madre, y todavía, lo que mi madre ha perdido con esas cicatrices…

Abogado: (Con júbilo) ¡Cicatrices! ¡Cicatrices! ¡Ah! ¡Gracias, muchas gracias!

Señora: ¿Cómo? ¡No comprendo!

Abogado: ¡Sí, sí! No sabe cuánto reconocimiento le debo.

Señora: (Aparte). Este señor se ha vuelto loco.

Abogado: Buscaba desde ayer una rima para "grises". ¿Comprende usted? Y ya la tengo, ya la tengo, gracias a usted.

Señora: (Aparte). ¿Qué dice este caballero? Señor abogado, le aseguro que mi caso…

Abogado: Sí. Ya me lo ha contado. Lo conozco. Su madre dio un puntapié a un novillo que estaba cerca de una fina botella de cristal…

Señora: ¿Cómo? No, señor.

Abogado: Un auto que se detuvo frente a la puerta cortó la cabeza de su madre.

Señora: No, señor, permítame que le diga…

Abogado: (Quien continúa sin entender nada). El doctor cosió la herida…

Señora: Eso sí, pero…

Abogado: Su mamá se puso las zapatillas para subirse al velador y, con el choque, la lámpara eléctrica saltó al auto que estaba detenido frente a la puerta. Diga si no recuerdo perfectamente bien lo que me ha contado.

Señora: Perdón, señor. Usted lo enreda todo. No es eso.

Abogado: Precise entonces, señora. Precise. Yo no puedo adivinar la historia.

Señora: Muy bien. Ayer mi madre fue herida por un novillo…

Abogado: ¡Ah! No, señora. Le ruego no repetirme su relato. En resumen. ¿Qué quiere que yo haga?

Señora: Necesito su consejo para obtener una indemnización de perjuicios.

Abogado: Perfectamente. Vaya a un arreglo amistoso. Pida a ese carnicero un costillar de ese malvado novillo, por ejemplo. (Declamando entusiasmadísimo).

"Tú, labor de cada día,
Hermosearás mis horas grises;
Tú me darás la alegría,
Tú curarás mis cicatrices"
          
          ¡Espléndido, maravilloso poema! Benditas cicatrices…

Señora: (Aparte) ¡Se ha vuelto loco! ¡Se ha vuelto loco! (Huye gritando) ¡Socorro! ¡Socorro!


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