—Entonces, ¿a qué te dedicas?
—Soy lectora, en una editorial.
—¡No! ¿Te ganas la vida leyendo?
—Sí, exacto, yo leo.
—Qué fantástico. Es como decir: "Me gano la vida respirando. Soy un respirador, me pagan por respirar". ¿Cómo conseguiste ese trabajo?
—Bien, sabelotodo. ¿En qué trabajas tú?
—Soy un abogado. Más o menos.
—Eso es sexy.
—¿Si?
—Sí, a mi me parece. De traje, en una corte, salvando gente. Eso es sexy.
—Supongo que sí, aunque no tanto como leer. Sentada en una oficina, en una sillita, leyendo. Uh.
—Ya, detente. Un momento, señor. Le mandan muchos libros a mi editorial. Es una responsabilidad inmensa.
—No lo dudo. Pero ¿cuándo leer normalmente? ¿lo arruina tu trabajo? Como con las prostitutas, ya sabes, siempre me preocupa que al dejar el oficio, ya no disfruten el sexo.
—¿Siempre te preocupa eso?
—No, a veces.
—Oh, que bien, porque preocuparse siempre, sería preocupante.
—¿Leer un diario se vuelve trabajo?
—¿Has entrevistado a muchas prostitutas?
—¿Al leer un menú, piensas: "No voy a leer esto si no me pagan en efectivo"?
—¿Cuántas prostitutas necesitarías para resolver esto? ¿Planeas ir a Europa Oriental o Tailandia?
Extracto de la película "About Time".
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